viernes, 16 de abril de 2010

SEGUNDA PARTE DE: "HE VISTO A DIOS EN NEGRO Y SIN PAPELES"

Imagina que la historia de una mujer africana ha dado la vuelta al mundo. Imagina que la escuchaste en la radio, la leíste en un blog o la colgaste en facebook. Sabes que te emocionó, te hirió, te llenó de rabia.

A mí, autora de ese escrito, me ha conmocionado la difusión dada al mismo. Mensajes desde Argentina, Alemania, Chile, Irlanda, España y Argelia, además de traducciones del texto al inglés, francés y alemán han sido la respuesta de miles de personas solidarizándose y denunciando el sufrimiento de Freedom.
Freedom, libertad, es el nombre ficticio elegido por ella para relatar el final de aquel capítulo de su vida.

Tánger diecisiete de febrero de 2010

Recuperamos a Freedom y a su niña en uno de los barrios de Tánger. La noche anterior la habíamos llevado a la improvisada iglesia que los inmigrantes tienen en la zona. Allí había encontrado consuelo en las lágrimas de sus amigas y en los cánticos de un pastor evangélico.

La policía había advertido que la madre debía presentarse en el Tribunal de Primera Instancia para ser llevada junto a su marido ante el Procurador del rey.

A las nueve y media estábamos en el Tribunal.
Freedom tenía la opción de no presentarse, arriesgaba su salud en ello. Durante el trayecto en coche decía que no podía abandonar a su pareja y que no había hecho nada malo. Esperaba sólo que el Tribunal le diese un documento para enterrar a su hijo y liberase a su compañero. Así ella podría recibir asistencia médica adecuada y tener el necesario reposo.

Nos pareció valiente su decisión y decidimos acompañarla y apoyarla.

Cerca de las once de la mañana vimos a su pareja entrar por la puerta del Tribunal. Venía esposado junto a otros hombres acusados de violación y robo. Lo enviaron a los calabozos.

La policía nos decía que no había por qué preocuparse, era un simple trámite para conseguir los papeles y enterrar al bebé muerto.

Esperamos toda la mañana hasta que sobre las tres de la tarde la policía se acercó a buscarla. Ella y la niña fueron conducidas también a los calabozos.

Allí, con violencia, nos impidieron seguir con Freedom.

La enviaron junto a las mujeres marroquíes detenidas y volvió a mirarnos con la misma angustia del día anterior. Estaba agotada, seguía sangrando.

Nos despedimos de ella viendo como la niña jugaba con las rastas de su padre a través de los barrotes de la celda.

La policía se mofaba de nosotros gritándonos que serían expulsados al desierto y que además los expulsaban porque así lo quería el gobierno español, hermano de Marruecos.

Buscamos rápidamente la asistencia de un abogado y esperamos en la sala. Tras cuatro juicios, el letrado se acercó al juez para pedirle resolver cuanto antes el dossier amparándose en el estado de salud de la mujer.

Vimos al juez sonreír y al abogado salir de la sala, con asombro nos informaba que ya habían sido juzgados.

No entendíamos nada, ¿juzgados dónde?,¿juzgados cuándo?.

Esperamos una hora más y vimos salir a Freedom, su pareja y su hija escoltados por un policía. Eran sobre las seis de la tarde.

Nos abrazamos. No habían entendido qué había pasado porque nadie les había traducido, pero creían que estaban libres.

El policía se encargó de decirles que no era así, que serían conducidos a comisaría, a la brigada de extranjería para ser deportados al desierto.

Freedom pedía el documento para enterrar a su hijo.

Forcejeando logramos entrar a la comisaría. Allí uno de los responsables de extranjería nos enseñaba un papel en árabe firmado por el juzgado que, según él, les obligaba a la deportación. A la vez este funcionario de policía, gritaba hablando de leyes de extranjería, de políticas españolas para deportar a los africanos, nos amenazaba y sentíamos una violencia desmedida en sus palabras.

Freedom pedía clemencia, estaba agotada, se la veía derrumbada. Todo esto para ni siquiera poder enterrar a su hijo.

Pedimos pagar la asistencia médica de ella y la comida para la familia. Se negaron, decían que ellos valorarían lo que necesitaban aquellos negros que habían cometido el delito de ser ilegales.

La discusión subió de tono y acabamos empujados fuera de la sala.

La rabia se convirtió en lágrimas de Freedom, de su pareja, mías y de mi compañero.

El miedo se convirtió en gritos de aquella niña de dos años que ha aprendido que su particular hombre del saco usa uniforme y es blanco.

Volvimos con el sabor amargo de la derrota, con la frustración del sin sentido.

Movíamos todos los contactos para continuar luchando al día siguiente cuando sonó el teléfono. Era Freedom, se encontraba muy mal físicamente pero contenta. La policía había tenido miedo de su estado de salud, de su entereza y los había liberado hacía cinco minutos.

La alegría se convirtió en lágrimas de Freedom, de su pareja, mías y de mi compañero.

Fueron al hospital.

El doctor nos dijo que estaba destrozada por el parto, que necesitaba reposo, tranquilidad, bajar la infección, cortar la hemorragia y mucho, mucho apoyo moral.

Freedom se ha recuperado físicamente aunque aún no ha podido enterrar a su hijo.

Imagina que Freedom ha superado otra batalla.

Imagina que le quedan muchas otras.

Imagina que la lucha de Freedom es tu lucha.


Autora: Helena Maleno

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